jueves, 2 de julio de 2015

Como un jazz evanescente.



Obra plástica del artista bretón Eric Le Pape. 


He navegado entre los agujeros de la noche


Como una gota de lluvia que resbala turbia


Y salpica los pies de la cama, el despeñadero de otras pupilas,


He transitado los días más oscuros con los ojos vendados


Y sin bastón donde recostar el alma asustadiza,


Y en ese andar sólo he recibido retazos… pequeñas ausencias


Cuadernos emborronados… cartas que nunca traen remitentes.


Quizás por ello venero  todo…. hasta el asco


Dentro del vacío sideral que me ronda,


Donde imagen y hombre glorifican su caos y se hacen trizas  


Regurgitando espasmos y contiendas anuladas,


Mientras arcángeles y demonios ya no edifican territorio alguno,


Sólo ciertos temblores y un aire de cava húmeda


Con hedor a fastidio y maderas añejas


Termina por inundar hasta el cuerpo esponjoso de mis huesos.





Convertido en personaje y sombras temerosas


Ya no miro las tinieblas de mis ojos y dejo pasar estos días


Entre sopas de cabello de ángel y vino en Tetra Brick,


             (Distribuidos a mayoristas para tiendas ignotas)


Con tufo a insomnio y depredación trasnochada.


Desde el cuarto contiguo escucho: “Strange Fruit”,


Un jazz evanescente que Billie Holliday gorjea narcotizada


                                - como un rezo -


Y retorna la sensación de estar a los pies del árbol sureño


Con la soga puesta al cuello y el repentino olor a carne negra.





La amarga cosecha se ha devorado a destiempo


En los secos campos de vides norteños


Donde el granizo azota inclemente y lo descuartiza todo,


Y este año con seguridad no se llenarán hasta el corcho


Las botellas granates que apuraremos en las mesas.


Y es que todo resulta tan insustancial, tan sinsentido


Que he empezado a escrutar dentro de mi propio músculo cardiaco


Y mi espalda arqueada por el peso de los años,


Esa giba cansina que terminará ahogándome.


Estoy longevo, hipocondríaco y me duelen los pies,


Pero no hay rencores ni aflicciones


Sólo una pizca de amargura resbala tonta hasta caer sobre mis mejillas


Que arden de tanta travesía vana y tanta ausencia
De tanto atravesar los agujeros de esta modorra interminable.

1 comentario:

Lili dijo...

Muy oportuno tu jazz evanescente para mi noche otoñal asturiana. Yo también estoy longeva, hipocondríaca y en vez de los pies me duelen los riñones, pero los versos todo lo curan, mi querido amigo y este jazz me ha llegado al alma. ¡Gracias por compartir estos poemas tuyos!
Tu amiga Lidia desde su refugio astur.