martes, 7 de noviembre de 2017

Foto de Familia

                                     Lolita en su primera sesión de fotos. 

Foto de Familia

                                             Invierno porteño

Foto de Familia


                                         Lolita se disfraza de ángel. 

Foto de Familia


                              Lolita con dos años y medio, en casa en Buenos Aires.

viernes, 15 de septiembre de 2017

Florent Pagny, interpreta, de Raúl Paz, "Habana".


                       Video Clip grabado en escenarios habaneros, del Malecón y sus alrededores. 

Florent Pagny, cantante y actor francés, interpreta, "¿Dónde va la vida?", con orquesta cubana.

Foto de Familia

                Lolita, con su muñeca nueva, que le regaló su bisabuela Teresa Aladro. 

Caligramas escritos en la pie

                    Obra plástica del artista cubano, Carlos Estevez. 


“Me has grabado tu nombre en los hombros, me has distinguido con tu marca. Las yemas de tus dedos se han convertido en bloques de imprenta, estás componiendo un mensaje sobre mi piel que le da sentido a mi cuerpo. [...] Escrito en él  hay un código secreto”.

                                              Jeannette Winterson

En el trazo profundo que llevas en el hombro
un colibrí revolotea asustado y mira de soslayo tu huesudo cuello,
husmea los olores y escucha tu cáustica manera de involucrarte,
es testigo mudo del laberinto de decires de tus escaramuzas,
mientras en otro dibujo cercano una víbora vomita su lengua
                                     y amenaza con cazar la presa.
Sobre la tinta roja y azul de la bandera que te acaban de
tatuar abrazando del pecho, junto a una orquídea morada que te
                                      regalaste para el último cumpleaños,
 (siempre ese adicta compulsión al autorregalo de códices)
la filosa puntada de la aguja tejió varias ficciones, quizás un aforismo:
no volverás a vivir donde naciste, tus cenizas serán esparcidas lejos de
los tuyos, nadie te recordará cuando mueras… sólo tu perro.
En el tatuaje abstracto, (el primero que te hiciste en la espalda),
aquel donde dos sexos confusos se enredan en un apretón asfixiante,
promiscuas gotas de sudor se posan ahora desatando insólitas interpretaciones, algún litoral sinuoso adonde no llega tu marejada,
cierto oculto simulacro, un reproche convertido en expiación
aquella escapatoria que siempre supo a estigma, a destierro.
Desde la puerta abierta del baño mientras te duchas
puedo avistar el afinado caligrama que se oculta entre lo más velado de tus entrepiernas /La Habana te sigue quedando lejos pero pretendes volver cada noche cuando te miras esos puntos oscuros, la grafía que exhibes impúdicamente como documento de identidad e incisión envenenada
cierto enigma ininteligible cual rompecabezas
una mueca de barricada en pleno cónclave político insular,
que sazona la propaganda fort export remachada en la piel.
 En todos los riscos de tu dermis la escritura retumba con vibra huracanada, truena y esculpe con sangre su memoria para no cicatrizar,
                     (único lujo que no se pueden dar los peregrinos).
Con mucha paciencia consigo abandonar la interpretación de los mensajes de tu difusa geografía, los esquemas receptivos de lectura, los pliegues de la historia, la sumatoria de todas esas identidades signicas y desgarraduras  almacenadas sobre tu carne.
Estoy frente al itinerario de un sujeto en dispersión que tú no reconoces.


                          Buenos Aires, 28 de octubre-2009, sin tatuajes visibles.



Sin piel de grumete



Obra plástica del artista cubano, Carlos Estevez. 




“Un cartel en la puerta nos anuncia
que está en venta lo que fuera el horcón
de sus vidas; desde el jardín la yerba
ha comenzado a invadir sus dominios”.

             Jesús J. Barquet, en Vecindades


Vuelvo como un pedazo de pan
A ponerme cerca del anafe y a tu alcance
A servirme sobre la mesa, a darme como si tuviera más vida.
A trazar una línea delgada e imperceptible/ como un estambre
Que tan sólo tú puedes romper con un ademán
Una desmemoria/otra mirada acosada/cualquier insulsa profecía.


Hubiera querido regresar mucho antes… más angelical
Encontrarte en otra geografía con círculos de agua y peces
Llegar hasta tu puerta, con las alas menos crecidas
Sin que hubiera caído tanta ceniza volcánica sobre la parra del patio  
ni tantas migraciones de pájaros muertos sobre el cielo.

Me hubiera gustado subir la loma
Con el mismo paso firme de antaño, con semejante fe
Con la indocilidad de aquella piel con blancura de grumete
Para atemperar los sobresaltos y rencores que siempre te rondaron
Y borrar de un empellón todos tus vetustos ritos y trampas.

Y así sin previo aviso entrecruzo nuevamente el umbral
Ante tu visión detenida – ahora - en los melanomas de mis manos
Y en la pesadez de mi espalda que torpemente se inclina
Como un ceibo en cuatro esquinas donde ya no se arrima ofrenda.
Y es que vengo como quien debe cumplir un contrato familiar
Que no fue escrito en testamento alguno, pero igual debe cumplirse
Igual que el homicida que regresa a la escena
Para comprobar que poco se puede hacer por un despojo.
Preguntas mi nombre sin mirar otro lugar que no sean mis zapatos, como absorto y/o mascullas una bendición que no alcanzo a descifrar,
                                                                     (O viceversa).


                             Buenos Aires, 22 de noviembre 2011
                            Con escaso viento en el jardín.




Poema personal


Obra plástica del artista cubano, Carlos Estevez. 


Descosidos del olvido


“(…) Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo; (…)
Luís Cernuda, en “Donde habite el olvido”.


Pasaba la mano por el canto del veril
Y después tocaba el agua, hecha pozas
                                En un mar calmo,
Que se desparramaba por la cara
Como intentando cambiar los pensamientos oscuros,
Que en la tarde acechaban al poeta.
Buscaba - en vano - la Luna en madrugadas de eclipse total
Y luego repetía como un mantra:
“Estoy cansado de tanto remolino
De andar buscando miradas de adhesión
Entre maldiciones y ojos que no se miran frente a frente”.                                                                                                                     Y poco a poco, entre los rotos descosidos del olvido
Se iba adentrando en la sensibilidad del caos que se extiende
Entre la ceniza volcánica que lo enturbia todo
y con un sosiego raro intentaba – muy calmo - perderse
                                                                (en el abismo).



 Buenos Aires, 15 de junio 2011.                                                 

Foto de Familia.


                Mi hijo Carlos Daniel, durante una de sus presentaciones en Buenos Aires. 

Foto de Familia


   En el Pérez Art Museum, de Miami, junto a una obra de Roberto Fabelo, mi preferido.

Foto de Familia



                         En el National Hotel, South Beach, Miami, agosto 2017

Foto de Familia


                       En Miami, durante mis recientes vacaciones. agosto 2017.

Foto de Famila


Lolita, mi nieta y su gorrito de invierno, julio 2017. 

Fotos de Familia

   
                Con mi hermana Teresa, durante su visita, este año 2017, a Buenos Aires.

lunes, 20 de febrero de 2017

El Guernica como camposanto




Por Juan Carlos Rivera Quintana 

No dejan tirar fotos, pero el “Guernica”, de Pablo Picasso, está ahí en pleno centro de una de las salas principales del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, de Madrid, en España. Y basta tan sólo 50 ó 60 segundos – delante del lienzo, de 350 por 780 centímetros - para que se me quede impregnado para siempre en las retinas y los ojos se me comiencen a poblar de lágrimas. A su alrededor la gente se arremolina irremediablemente y guarda un silencio casi sagrado, como si estuviera en un camposanto y todavía faltarán muchos más muertos por sepultar bajo la tierra.

Me paro a un costado y me parece sentir aún el bombardeo y los cazas de la Legión Cóndor alemana y la aviación legionaria italiana, con el consentimiento del dictador general Francisco Franco, sobrevolando mi cabeza y produciendo un estruendo atroz… casi macabramente el olor de la carne quemada penetra sin escrúpulos mis fosas nasales y se adhiere a la piel. Tan sólo tres horas bastaron para destruir la ciudad vasca de Guernica, que quedó arrasada y donde murieron 1.600 civiles indefensos, aquella tarde del 26 de abril de 1937. 

Si tan sólo el genio creativo de Pablo Ruíz Picasso (Málaga, 1881-Mougins, Francia, 1973) hubiera pintado ese único lienzo, durante toda su existencia, igual le hubiera servido para pasar a la historia de la plástica contemporánea y universal, pues la obra es considerada el cuadro antibelicista más famoso del mundo, símbolo del horror de la guerra moderna, en general, y de las atrocidades de la Guerra Civil Española.

Sus orígenes se remontan a un encargo de un mural que, en 1937, el gobierno de la República Española, le hiciera al artista, para ser exhibido en el pabellón de ese país, de la Exposición Internacional de París, pero el genocidio en Guernica le sirvió al pintor como tema y denuncia de la crueldad humana. Cinco semanas fue el plazo de creación del monumental mural, con tintes grises, negros y blancos. Cuando fue exhibida por primera vez fascistas y comunistas la tildaron de “antisocial y degenerada” y desconcertó a muchos críticos y espectadores, que hasta cerraban los ojos para no ver tanta maldad humana, concentrada en una obra plástica. Se cuenta que por la obra, el artista cobró 150.000 francos franceses.

Se sabe que la tela era tan alta que el pintor español tuvo que inclinarla sobre un extremo de la pared de su taller parisino, situado en la céntrica Rue des Grands Augustins, para acomodarla y precisó de una escalera y pinceles, atados a palos de escoba, para alcanzar la parte superior del cuadro. Inspirado en los expresivos grabados de guerra, de Goya, Picasso concibió su expresivísimo mural en tonos grises con el empleo de algunas zonas claras y oscuras y gran sobriedad cromática, como imitando a una gran fotografía o un inmenso cartel, que develaba el universal ambiente de pesadilla por las secuelas de una guerra.

Los expertos y seguidores de la iconografía picassiana han estudiado que 45 esbozos, a manera de banco de imágenes, (algunos son exhibidos en la sala contigua, junto a sus post scriptum y fotografías de Dora Maar, relativas al proceso de creación de la tela y la maqueta del Pabellón de la República) sirvieron para componer todo el mural y con una estructura de tríptico, donde el caballo herido y atormentado, que grita, cuya lengua puntiaguda evoca la queja de las víctimas inocentes de la contienda bélica, ocupa el centro de todas las miradas. Luego, la imagen de la madre, a modo de pietá, de Miguel Ángel - una de las obras más representativas de la tradición católica occidental - que sostiene un hijo muerto y pide clemencia al cielo y abre sus dedos curvando el arco de su cuello con la boca abierta, produce un impacto emocional desgarrador, casi magnético e inexplicable. Un minotauro-toro con un tercer ojo y una forma humana distorsionada con una lámpara, como un Dios, intenta llevar luz, a modo de razón y progreso, a la caótica escena, donde sólo se enseñorea la oscuridad más mortal. 

La brutalidad contra la población civil y el flagelo armamentista de la militocracia, representados en el guerrero muerto y en los cuerpos humanos completamente descuartizados, como símbolos de la gran carnicería que sucedió en la villa vasca, constituyen los dos temas centrales del gran mural, en tanto su creador pensaba que la pintura “no se hacía para decorar pisos, sino para decir y denunciar lo que acontecía”.

La obra, una vez terminada, se convirtió en un icono de la resistencia republicana a las tropas franquistas y recorrió Europa, cruzó varias veces el Atlántico con el objetivo de remover conciencias y fue exhibida en Noruega, Dinamarca, Londres, Los Ángeles, San Francisco, Ohio, San Pablo y Berlín, hasta que el propio artista que no quería que la pieza fuera exhibida en España, hasta tanto no llegara la democracia y las libertades a su país, la depositó en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Fue, entonces, que en una espléndida mañana de otoño, del 10 de septiembre de 1981, el Boeing 747, Lope de Vega, de la aerolínea de Iberia, procedente del aeropuerto John F. Kennedy, de Nueva York, se posaba sobre la losa del aeropuerto de Barajas y su capitán anunciaba con la voz entrecortada a sus tripulantes y aún con los motores encendidos: “Señoras y señores, bienvenidos a Madrid: tengo que anunciarles que han venido acompañando al ‘Guernica’, de Picasso, a su regreso a España”. Los aplausos fueron prolongadísimos y el dato era cierto: en las bodegas del avión viajaba, en un operativo de mucha discreción, apodado “Operación Regreso”, el rollo de uno de los lienzos más cruciales de la historia plástica… toda una metáfora de la reconciliación.


Y el Guernica permanecería expuesto, por casi 11 años, en el Casón del Buen Retiro, del Museo del Prado, hasta su llegada, definitiva, en 1992, al Museo Reina Sofía, donde se muestra en la actualidad y como un gran camposanto sigue impresionándonos y vinculándose a la realidad política de cada momento que le toca vivir. 

miércoles, 15 de febrero de 2017

Retrato de Familia


                      En el barrio Conde Duque, de Malasaña, Madrid, España, febrero 2017.

Retrato de Familia


                            En el Río Senna, París, febrero 2017

Retrato de Familia


                          En la marina de Cannes, Francia, febrero 2017. 

Retrato de Familia

                                          
                                           Retrato en Madrid, España. Febrero 2017. 

Retrato de Familia


En Toledo, España, una ciudad milenaria donde confluyen católicos, musulmanes y judíos pacíficamente.