Obra plástica del artista cubano, Carlos Estevez.
“Me has grabado tu nombre en los hombros, me has
distinguido con tu marca. Las yemas de tus dedos se han convertido en bloques
de imprenta, estás componiendo un mensaje sobre mi piel que le da sentido a mi
cuerpo. [...] Escrito en él hay un
código secreto”.
Jeannette Winterson
En el
trazo profundo que llevas en el hombro
un colibrí
revolotea asustado y mira de soslayo tu huesudo cuello,
husmea
los olores y escucha tu cáustica manera de involucrarte,
es
testigo mudo del laberinto de decires de tus escaramuzas,
mientras
en otro dibujo cercano una víbora vomita su lengua
y amenaza con cazar la presa.
Sobre
la tinta roja y azul de la bandera que te acaban de
tatuar
abrazando del pecho, junto a una orquídea morada que te
regalaste para el
último cumpleaños,
(siempre ese adicta compulsión al autorregalo
de códices)
la
filosa puntada de la aguja tejió varias ficciones, quizás un aforismo:
no volverás a vivir donde naciste, tus
cenizas serán esparcidas lejos de
los tuyos, nadie te recordará cuando
mueras… sólo tu perro.
En el
tatuaje abstracto, (el primero que te hiciste en la espalda),
aquel
donde dos sexos confusos se enredan en un apretón asfixiante,
promiscuas
gotas de sudor se posan ahora desatando insólitas interpretaciones, algún litoral
sinuoso adonde no llega tu marejada,
cierto
oculto simulacro, un reproche convertido en expiación
aquella
escapatoria que siempre supo a estigma, a destierro.
Desde
la puerta abierta del baño mientras te duchas
puedo
avistar el afinado caligrama que se oculta entre lo más velado de tus entrepiernas
/La Habana te
sigue quedando lejos pero pretendes volver cada noche cuando te miras esos
puntos oscuros, la grafía que exhibes impúdicamente como documento de identidad
e incisión envenenada
cierto
enigma ininteligible cual rompecabezas
una mueca
de barricada en pleno cónclave político insular,
que
sazona la propaganda fort export
remachada en la piel.
En todos los riscos de tu dermis la escritura retumba
con vibra huracanada, truena y esculpe con sangre su memoria para no cicatrizar,
(único lujo que no se
pueden dar los peregrinos).
Con
mucha paciencia consigo abandonar la interpretación de los mensajes de tu
difusa geografía, los esquemas receptivos de lectura, los pliegues de la
historia, la sumatoria de todas esas identidades signicas y desgarraduras almacenadas sobre tu carne.
Estoy
frente al itinerario de un sujeto en dispersión que tú no reconoces.
Buenos Aires, 28 de
octubre-2009, sin tatuajes visibles.
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