viernes, 15 de septiembre de 2017

Caligramas escritos en la pie

                    Obra plástica del artista cubano, Carlos Estevez. 


“Me has grabado tu nombre en los hombros, me has distinguido con tu marca. Las yemas de tus dedos se han convertido en bloques de imprenta, estás componiendo un mensaje sobre mi piel que le da sentido a mi cuerpo. [...] Escrito en él  hay un código secreto”.

                                              Jeannette Winterson

En el trazo profundo que llevas en el hombro
un colibrí revolotea asustado y mira de soslayo tu huesudo cuello,
husmea los olores y escucha tu cáustica manera de involucrarte,
es testigo mudo del laberinto de decires de tus escaramuzas,
mientras en otro dibujo cercano una víbora vomita su lengua
                                     y amenaza con cazar la presa.
Sobre la tinta roja y azul de la bandera que te acaban de
tatuar abrazando del pecho, junto a una orquídea morada que te
                                      regalaste para el último cumpleaños,
 (siempre ese adicta compulsión al autorregalo de códices)
la filosa puntada de la aguja tejió varias ficciones, quizás un aforismo:
no volverás a vivir donde naciste, tus cenizas serán esparcidas lejos de
los tuyos, nadie te recordará cuando mueras… sólo tu perro.
En el tatuaje abstracto, (el primero que te hiciste en la espalda),
aquel donde dos sexos confusos se enredan en un apretón asfixiante,
promiscuas gotas de sudor se posan ahora desatando insólitas interpretaciones, algún litoral sinuoso adonde no llega tu marejada,
cierto oculto simulacro, un reproche convertido en expiación
aquella escapatoria que siempre supo a estigma, a destierro.
Desde la puerta abierta del baño mientras te duchas
puedo avistar el afinado caligrama que se oculta entre lo más velado de tus entrepiernas /La Habana te sigue quedando lejos pero pretendes volver cada noche cuando te miras esos puntos oscuros, la grafía que exhibes impúdicamente como documento de identidad e incisión envenenada
cierto enigma ininteligible cual rompecabezas
una mueca de barricada en pleno cónclave político insular,
que sazona la propaganda fort export remachada en la piel.
 En todos los riscos de tu dermis la escritura retumba con vibra huracanada, truena y esculpe con sangre su memoria para no cicatrizar,
                     (único lujo que no se pueden dar los peregrinos).
Con mucha paciencia consigo abandonar la interpretación de los mensajes de tu difusa geografía, los esquemas receptivos de lectura, los pliegues de la historia, la sumatoria de todas esas identidades signicas y desgarraduras  almacenadas sobre tu carne.
Estoy frente al itinerario de un sujeto en dispersión que tú no reconoces.


                          Buenos Aires, 28 de octubre-2009, sin tatuajes visibles.



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