lunes, 15 de diciembre de 2014

Cómplices palabras

 
 
Obra del artista cubano Juan Carlos Rivero Cintra.
   
  "No creo en las palabras (...) las he visto afirmar/ negar, mentir
   al pie de los altares y patíbulos".
  Armando de Armas, Sobre la brevedad de la ceniza.
   
   
   
Las palabras se incrustan mutiladas contra mis contra mis cristales
se parapetan en mi placard y gimotean tras mis pasos,
  heridas/ dolidas/dañadas/prostituidas/cansadas
                        se desangran bajo la escalera,
tropiezan unas contra otras al borde del abismo,
se tocan impúdicamente sin pensar en sus géneros y concordancias,
en sus tildes y acentuaciones, en si son diptongos o 
triptongos/ llanas o agudas/ sin recato hacen el amor/ desfachatadas/ procaces/ 
sin  pensar en  el qué dirán/ sólo en el goce momentáneo/ en la cabalgata cansina 
de  la vigilia, en la agonía del naufragio, en los estertores de un faro sin olor 
a mar. Poco a poco se travisten, se camuflan como voces cómplices aquí en 
esta noche/ sobre mi mesa de luz,/ tras los ojos y los rictus de las 
máscaras que cuelgan de mi sala./ Se escabullen dentro de la almohada y no 
me dejan respirar; me cortan el aliento/ pues temen descomponerse, 
infectarse, destriparse, engullirse, parecer en el intento/ su egoísta 
espíritu de trascendencia las malogra (¡y las salva!), las entierra bajo 
el lodo de un monótono cementerio en La Tablada, / las enferma de miedo 
y lo que es peor... les nubla el entendimiento, la razón./Mis palabras 
confunden fronteras, geografías, nortes y sures/ galopan histriónicas 
por el mundo, con caras de mosquitas muertas/ o malsanos rubores 
egocéntricos, / arder en la pira son su sino, cenizas sus afanes/ mojarse 
hasta los huesos su tarea/ son como las ausencias de una Habana extramuros, 
                               que ya me resulta extranjeramente ocre.
Mis palabras se mueren de tedio, gritan, insultan sin sentido/ 
                            se matan de risa con afilada boca/ 
diseñan su orgía, su festín de vida o muerte... Cortadas a la 
medida/ se lanzan tras su presa/ desvarían por un elogio que les levante 
el ánimo/ por un secreto que decir/ juntas trazan estrategias de 
ataques y lisonjas: antípodas de un plan mayor/ para el momento oportuno/ 
para la hora de la puñalada por la espalda./ Mis palabras buscan una 
camisa de fuerza, algún psicofármaco para sedar/ ciertas botellas de vino 
para seducir, se quitan el polvo y su carcoma/ y lo hacen con 
profesionalidad, con sutilezas universitarias,/ con estudiada altanería de 
                          diccionario enciclopédico español. 
En definitiva, son ellas - todas - un amasijo de hierros mohosos,/  
                   un brebaje hecho ex profeso para colegialas y  malevos, 
charcas putrefactas donde se hospedan larvas de mosquitos,/ 
perfumes de free shop de algún viejo aeropuerto sin controlador aéreo. 
Peregrinas, sin concilio, traman su partida y su llegada/ diseñan su 
reducto/ buscan su buhardilla, su telo, su letargo, su vigilia.
 Por eso, cuando cierro la boca me atraganto, vomito, me mareo, 
sube mi presión arterial/ una rara sensación de acidez/ se hospeda bajo mi lengua 
y sale fétidamente hacia afuera./ Por eso es que soy también de los que 
nunca ha creído en ellas,/ las colecciono en frascos asépticos para los 
días de exámenes de sangre/ y análisis de orina/ e intento, de vez en 
cuando - y por desquite - empujarlas por el tragante del baño,/ 
a donde van a parar los miasmas pútridos del día.
   
                           Buenos Aires, ya sin palabras. 

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