Obra del artista cubano Juan Carlos Rivero Cintra.
"No creo en las palabras (...) las he visto afirmar/ negar, mentir
al pie de los altares y patíbulos".
Armando de Armas, Sobre la brevedad de la ceniza.
Las palabras se incrustan mutiladas contra mis contra mis cristales
se parapetan en mi placard y gimotean tras mis pasos,
heridas/ dolidas/dañadas/prostituidas/cansadas
se desangran bajo la escalera,
tropiezan unas contra otras al borde del abismo,
se tocan impúdicamente sin pensar en sus géneros y concordancias,
en sus tildes y acentuaciones, en si son diptongos o
triptongos/ llanas o agudas/ sin recato hacen el amor/ desfachatadas/ procaces/
sin pensar en el qué dirán/ sólo en el goce momentáneo/ en la cabalgata cansina
de la vigilia, en la agonía del naufragio, en los estertores de un faro sin olor
a mar. Poco a poco se travisten, se camuflan como voces cómplices aquí en
esta noche/ sobre mi mesa de luz,/ tras los ojos y los rictus de las
máscaras que cuelgan de mi sala./ Se escabullen dentro de la almohada y no
me dejan respirar; me cortan el aliento/ pues temen descomponerse,
infectarse, destriparse, engullirse, parecer en el intento/ su egoísta
espíritu de trascendencia las malogra (¡y las salva!), las entierra bajo
el lodo de un monótono cementerio en La Tablada, / las enferma de miedo
y lo que es peor... les nubla el entendimiento, la razón./Mis palabras
confunden fronteras, geografías, nortes y sures/ galopan histriónicas
por el mundo, con caras de mosquitas muertas/ o malsanos rubores
egocéntricos, / arder en la pira son su sino, cenizas sus afanes/ mojarse
hasta los huesos su tarea/ son como las ausencias de una Habana extramuros,
que ya me resulta extranjeramente ocre.
Mis palabras se mueren de tedio, gritan, insultan sin sentido/
se matan de risa con afilada boca/
diseñan su orgía, su festín de vida o muerte... Cortadas a la
medida/ se lanzan tras su presa/ desvarían por un elogio que les levante
el ánimo/ por un secreto que decir/ juntas trazan estrategias de
ataques y lisonjas: antípodas de un plan mayor/ para el momento oportuno/
para la hora de la puñalada por la espalda./ Mis palabras buscan una
camisa de fuerza, algún psicofármaco para sedar/ ciertas botellas de vino
para seducir, se quitan el polvo y su carcoma/ y lo hacen con
profesionalidad, con sutilezas universitarias,/ con estudiada altanería de
diccionario enciclopédico español.
En definitiva, son ellas - todas - un amasijo de hierros mohosos,/
un brebaje hecho ex profeso para colegialas y malevos,
charcas putrefactas donde se hospedan larvas de mosquitos,/
perfumes de free shop de algún viejo aeropuerto sin controlador aéreo.
Peregrinas, sin concilio, traman su partida y su llegada/ diseñan su
reducto/ buscan su buhardilla, su telo, su letargo, su vigilia.
Por eso, cuando cierro la boca me atraganto, vomito, me mareo,
sube mi presión arterial/ una rara sensación de acidez/ se hospeda bajo mi lengua
y sale fétidamente hacia afuera./ Por eso es que soy también de los que
nunca ha creído en ellas,/ las colecciono en frascos asépticos para los
días de exámenes de sangre/ y análisis de orina/ e intento, de vez en
cuando - y por desquite - empujarlas por el tragante del baño,/
a donde van a parar los miasmas pútridos del día.
Buenos Aires, ya sin palabras.
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