lunes, 15 de diciembre de 2014

Miedos, poema de Juan Carlos Rivera Quintana





Obra plástica de Paul W. Ruiz.

Pasan los días
como el olor a Octubre en la ventana
pero el corazón de la hoja queda intacto
como una piedra en los ojos del ausente”.

Piedra o columna, de Israel Domínguez Pérez.


He visto tu cara entumecida por los rayos del sol bajo muchos cielos,
                                 que irrumpían desde la escotilla del avión,
pero ese rostro ya no tenía preguntas y las palabras escondidas en el equipaje de mano oreaban la brisa/
indiferentes a todas las turbulencias y las probabilidades de desastre.
He levantado mis dos alas… siempre lo hago…
para tocar esos límites que te dan fuerza,
Y sólo he podido manosear los escombros que definen
las fronteras/ el linde innecesario / el fuego que todo lo chamusca
aquel enfermizo aplomo-impiedad que tiñe nuestra agenda viajera,
Y poco se puede inventar… más que prolongar el periplo
Para que al fin todo caiga por su propia gravidez telúrica.
He sentido un cáustico vacío derramándose tras tus puertas
Al intentar abrir de par en par algunas ventanas tapiadas
Que daban a aquella arboleda-pulmón-de-oxígeno
Donde antaño reclinábamos las cabezas,
imaginando largos derroteros… difusas curvas…sinuosas trayectorias
que coronaron líneas suspendidas…nidos inaccesibles
socavones por donde ya nadie irrumpe,  
Pero ahora sólo quedan pálidos despojos de guerra,
Ticket de trenes de ambiguos itinerarios,
Aburridos cuartos de hotel para recostar el cuello manso,
amuletos escondidos en el patio de algún claustro,
fotos tardías en lugares ignotos que no serán exhibidas   
y terminarán difusas cuando el rocío agridulce caiga
Irremediablemente sobre nuestras cabezas.
Traspapelado como algún poema perturbado
cuando ya no queda otro remedio que marcharse,
he visto agonizar varios combates, echados por el fregadero de la cocina,
entonces – era muy joven - casi desconocía el tedio,
la necesidad de huída y las maletas seguían debajo de la cama
como torpe vaticinio para seguir aguardando otra escapatoria
                                                     que en algún momento se produciría/
con temor a otro viaje mutilador… al eterno éxodo del nunca acabar
                                 sin tiempos para finales beatíficos.
He visto bajo muchos cielos plomizos tu cara de ausencias
cuando mi cuerpo intentaba posarse sobre la pista escarchada y desconocida y sólo sentía preocupación por el tren de aterrizaje
                                                                 y la visibilidad. 
¡Oh, Díos mío, que no redoblen las palabras – como campanas - antes de cruzar los cielos porque todavía no sé si preciso una ceremonia salvaje
para ciertos miedos que me desconciertan siempre!

                                                                           7- octubre-2011
                                                        Buenos Aires, con lluvia pertinaz.

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