Obra plástica de Paul W. Ruiz.
“Pasan los días
como el olor a Octubre en la ventana
pero el corazón de la hoja queda intacto
como una piedra en los ojos del ausente”.
como el olor a Octubre en la ventana
pero el corazón de la hoja queda intacto
como una piedra en los ojos del ausente”.
Piedra o columna,
de Israel Domínguez Pérez.
He
visto tu cara entumecida por los rayos del sol bajo muchos cielos,
que irrumpían
desde la escotilla del avión,
pero ese
rostro ya no tenía preguntas y las palabras escondidas en el equipaje de mano
oreaban la brisa/
indiferentes
a todas las turbulencias y las probabilidades de desastre.
He
levantado mis dos alas… siempre lo hago…
para
tocar esos límites que te dan fuerza,
Y sólo
he podido manosear los escombros que definen
las
fronteras/ el linde innecesario / el fuego que todo lo chamusca
aquel
enfermizo aplomo-impiedad que tiñe nuestra agenda viajera,
Y
poco se puede inventar… más que prolongar el periplo
Para
que al fin todo caiga por su propia gravidez telúrica.
He
sentido un cáustico vacío derramándose tras tus puertas
Al
intentar abrir de par en par algunas ventanas tapiadas
Que
daban a aquella arboleda-pulmón-de-oxígeno
Donde
antaño reclinábamos las cabezas,
imaginando
largos derroteros… difusas curvas…sinuosas trayectorias
que coronaron
líneas suspendidas…nidos inaccesibles
socavones
por donde ya nadie irrumpe,
Pero ahora
sólo quedan pálidos despojos de guerra,
Ticket
de trenes de ambiguos itinerarios,
Aburridos
cuartos de hotel para recostar el cuello manso,
amuletos
escondidos en el patio de algún claustro,
fotos
tardías en lugares ignotos que no serán exhibidas
y terminarán
difusas cuando el rocío agridulce caiga
Irremediablemente
sobre nuestras cabezas.
Traspapelado
como algún poema perturbado
cuando
ya no queda otro remedio que marcharse,
he
visto agonizar varios combates, echados por el fregadero de la cocina,
entonces
– era muy joven - casi desconocía el tedio,
la
necesidad de huída y las maletas seguían debajo de la cama
como
torpe vaticinio para seguir aguardando otra escapatoria
que en algún momento se produciría/
con
temor a otro viaje mutilador… al eterno éxodo del nunca acabar
sin tiempos para finales beatíficos.
He
visto bajo muchos cielos plomizos tu cara de ausencias
cuando
mi cuerpo intentaba posarse sobre la pista escarchada y desconocida y sólo sentía
preocupación por el tren de aterrizaje
y la visibilidad.
¡Oh,
Díos mío, que no redoblen las palabras – como campanas - antes de cruzar los cielos
porque todavía no sé si preciso una ceremonia salvaje
para
ciertos miedos que me desconciertan siempre!
7- octubre-2011
Buenos Aires, con lluvia pertinaz.
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