lunes, 17 de septiembre de 2007

8 de marzo: Dìa Internacional de la Mujer/ Hace tiempo que no tengo tiempo

Las patologías crónicas tienen una alta tasa de letalidad entre las mujeres argentinas. Esta triste realidad se acentúa por la falta de disposición para cuidar de ellas mismas y asistir, con regularidad, a las consultas médicas. Lograr un vínculo integrado de géneros en la sociedad y la familia podría ayudarles a optimizar sus agendas domésticas y laborales

Por: Juan Carlos Rivera Quintana
Para la Redacción de Ahora, la Salud

Claudia Alejandra es una editora porteña con 40 años y tres hijos; dos de ellos adolescentes. Trabaja en pleno centro de la Ciudad de Buenos Aires, desde las 9 de la mañana hasta las 6 de la tarde y cuando llega a su casa, en Vicente Casares, debe realizar a las corridas las tareas domésticas y preparar la cena de esa noche y el almuerzo del próximo día, pues, como ella dice: “mis hijos están en una edad difícil y sólo les interesa la computadora, los mensajes de texto, la música y los deportes”.
Hace 5 años que Claudia Alejandra no se hace un cheque médico de rutina, y ni que hablar de un examen ginecológico o una toma de presión arterial, pues alega que no cuenta con horarios y que tiene un plan editorial muy apretado durante todo el año que no le permite tan siquiera un respiro para arreglarse el cabello o ver la última película de estreno.
Recientemente, comenzó a tener zumbidos en los oídos, mareos, una fatiga permanente y algunos dolores en la espalda y lo achaca al aumento de peso, a su vida sedentaria y al consumo de cigarrillos, casi 35 diarios.”Cuando una va para vieja el cuerpo acumula adiposidades irremediablemente, te cambia”, confiesa con ironía para darse ánimos.
Sin dudas, el cuerpo de Claudia Alejandra, que ya ha entrado en la perimenopausia, está pidiendo a gritos descanso, una disminución del rigor de las tareas domésticas, del estrés y las responsabilidades laborales y, por sobre todo, atención médica especializada del cardiólogo y el oncólogo. Esta historia que seguimos periodísticamente y concluyó con un final feliz no siempre suele terminar en esos términos. Muchas, cuando van a las consultas especializadas, poco pueden hacer para mejorar su estado de salud porque ya es demasiado tarde. Luego se suele aludir como excusa, como repite Claudia Alejandra: “hace tiempo que no tengo tiempo”, cuando en realidad los días de vida parecen agotarse.

Mujer-madre-trabajadora
Muy lejano quedó ya para la mujer argentina contemporánea las luchas gremiales y políticas de principio del siglo XX que exigían el derecho al voto femenino, mejores condiciones laborales y hasta el descanso retribuido y la paga correspondiente. Actualmente, las mujeres en nuestro país libran una lucha más profunda y cotidiana contra el cansancio y la doble o triple jornada, como madre, mujer y trabajadora, perspectiva de género que las tironea entre el hogar, el trabajo, los hijos, el marido y sus responsabilidades sociales y en la educación familiar.
Ello ha traído consigo que carezcan de tiempo para ellas mismas, para su autocuidado, para el conocimiento de su cuerpo, problemática que tiene una incidencia negativa en su salud.
Según algunas encuestas sobre anticoncepción del Centro Latinoamericano de Salud y Mujer (CELSAM), publicadas en nuestro país, 1 de cada 4 argentinas no cumple con sus controles médicos anuales, por lo que no efectúan su Papanicolau, único estudio capaz de prevenir el cáncer de cuello uterino; tampoco realizan su examen mamario de similar importancia, ni su chequeo anual de rutina para evaluar el estado general de su organismo y el funcionamiento cardiovascular de su cuerpo. Este mismo estudio, elaborado en el 2004, puso sobre el tapete que los errores en el uso de los métodos anticonceptivos en Argentina son responsables de uno de cada cuatro embarazos no deseados, resultado que denuncia mala educación en sexualidad y problemas en la salud reproductiva, olvidos en la toma de las pastillas anticonceptivas, poco uso del preservativo (con sus consecuentes peligros y consecuencias), que suele utilizarse sólo al final de la relación sexual o en fechas del mes consideradas más fértiles.
Los números hablan por sí solos. De acuerdo con las estadísticas del Ministerio de Salud de la Nación, que se publican en la página de la Dirección de Estadísticas e Información de Salud (ver sitio web: http://www.deis.gov.ar/), tan sólo en el 2004, de una población aproximada de 38 millones de habitantes, fallecieron 294.051 personas, de ellas 138.028 mujeres. Las tasas de mortalidad brutas femenina en nuestro país (número de defunciones por cada cien mil habitantes mujeres) apuntan al aumento de las muertes por causas cardiovasculares (234.88), tumores (132.55), enfermedades infecciosas (65.19), causas externas, como accidentes de tránsito y violencia doméstica (23.78), entre otros rubros.
Cada año mueren 48.500 mujeres en nuestra nación por causas cardiovasculares (40 por ciento del total de fallecimientos del país), la primera causa de muerte. Mientras 1 de cada 25 mujeres en el mundo muere por cáncer de mama, 1 de cada 2 fallece por problemas cardiovasculares. Le siguen los tumores malignos (cáncer de mama, de útero y de colón).
Entre los índices que comienzan a preocupar, también, se suma los fallecimientos entre las mujeres por HIV-Sida. Tan sólo en el 2002 murieron 1,528 argentinos por dicho flagelo; de esa cifra 1,142 eran hombres y 386 mujeres. Lo que habla del llamado proceso de feminización que está sufriendo la enfermedad en el mundo. Sobre el tema el Dr. Pedro Cahn, uno de los más prestigiosos infectólogos mundiales, presidente electo de la Sociedad Internacional de Sida, ha comentado en varias oportunidades a nuestra publicación que dicho mal “es una patología de transmisión heterosexual, donde la mujer está desfavorecida en varios puntos. Desde el punto de vista biológico porque cualquier solución de continuidad en la superficie genital es rápidamente visible en el hombre y no tan visible en la mujer. Segundo, por razones anatómicas, las secreciones vaginales permanecen menos tiempo en contacto con el pene que el semen en contacto con el epitelio vaginal. Además, las mujeres con frecuencia están sometidas sexualmente a los arbitrios del hombre y no pueden decidir cuándo tener relaciones sexuales y mucho menos decir cómo tenerlas pues el planteo del uso del preservativo puede ser una causal de grave conflicto en el seno de la pareja”.

Corazones sanos vs. corazones rotos
Un poco antes del climaterio (entre los 40 y los 45 años) la mujer debe comenzar a realizarse regularmente su chequeo cardiovascular; así como debe someterse a un examen ginecológico, hacerse medir la presión arterial, el colesterol, los triglicéridos, la glucemia y el peso corporal pues estas investigaciones son importantes para prevenir la diabetes mellitus, los riesgos circulatorios y los problemas de tumoraciones de mama, ovario y útero.
Todos los expertos coinciden en apuntar que la clave para mejorar la salud del corazón femenino debe ser la prevención de los factores de riesgo, pues aunque siempre se habla de la protección “natural” (estrógenos) de la mujer frente a las enfermedades cardiovasculares, lo cierto es que después de la menopausia dicha hormona deja de producirse y se equiparan los riesgos cardíacos de la mujer y el hombre.
Como ha expresado la Dra. Melina Huerin, médica especialista en Cardiología, directora de la Clínica de la Mujer y coordinadora de la Clínica de Prevención y Rehabilitación del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires (ICBA) “la clave para mejorar la salud del corazón femenino es la prevención”. El mito de la protección “natural” y la “postura de esperar por los controles, hasta pasada la menopausia ha llevado a la mujer argentina a un descuido de los factores de riesgos prevenibles antes de que se llegue al climaterio: tabaquismo, hipertensión, colesterol alto, obesidad y diabetes, entre otros”, afirma la experta. Otro mito que es preciso derribar es aquel que reza que la enfermedad cardiaca es patrimonio del sexo masculino. “En realidad, en los últimos años se redujo la enfermedad cardiovascular en el varón, gracias a las campañas de prevención, antitabaco, la fortaleza de las unidades coronarias, y otras estrategias. En la mujer esto no pasó: la mortalidad se mantuvo y creció levemente”, dijo la Dra. Huerin, durante el Simposio Internacional “Principales Patologías de la Mujer: ¿somos o queremos ser diferentes?”, realizado en el ICBA, en el 2005.
En un mundo donde cada año mueren por enfermedades del corazón o el sistema vascular 8.6 millones de mujeres, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, en su Reporte Mundial de 2002, a nadie extraña la existencia de un viraje al cuidado de la mujer y las campañas mundiales de prevención de sociedades, como la American Heart Association, de Estados Unidos. El objetivo es modificar lo que sea posible transformar en los hábitos de vida de la mujer antes de que aparezcan las complicaciones. Sumado a esto está el tema del cigarrillo, que en las féminas tiene más impacto que en el hombre. No debemos olvidar que nuestro país es el de mayor porcentaje de mujeres adolescentes que fuman en Sudamérica, seguido de Chile y Venezuela, según estadísticas de la OPS. De ahí que nuestra especialista acote que “si un hombre y una mujer sufren un evento cardiovascular y vuelven a fumar, el hombre tiene el 500 por ciento de riesgo de tener un nuevo episodio por el cigarrillo, mientras que la mujer tiene 900 por ciento”.

Cambios en los estilos de vida
La diabetes mellitus y las enfermedades tumorales componen, además, otro nutrido grupo de patologías definidas como crónicas o no transmisibles, con un gran peso en el porcentual de morbilidad y mortalidad de nuestro país. El aumento de las expectativas de vida y por ende de la población añosa se traduce en un ascenso de la prevalencia de enfermedades no transmisibles.
La diabetes mellitus en los últimos años está alcanzando la categoría de epidemia. Se calcula que afecta a 150 millones de personas en el mundo y causa 5 millones de muertes anuales, por su incidencia en el buen funcionamiento del sistema cardiovascular de la persona. Ella es responsable de las causas principales de ceguera, insuficiencia renal y amputaciones de miembros inferiores, patologías que repercuten en la calidad de vida.
Como nos ha comentado, en algunas oportunidades, la Dra. Carmen Mazza, presidenta de la Sociedad Argentina de Diabetes, “la obesidad, la ingesta exagerada azúcar y la falta de actividad física representan los principales factores de riesgo para que se incremente esta enfermedad no sólo en adultos, sino también en niños y adolescentes. De ahí que sea necesario cambiar hábitos alimentarios y estilos de vida manteniendo una nutrición adecuada, una actividad física regular y evitando el sobrepeso, el tabaquismo y la hipertensión arterial”.
Recientemente, se conoció, por estudios realizados en Sydney (Australia) que al parecer, los hombres con diabetes tienen un 90 por ciento más de riesgos de morir por enfermedades cardiovasculares, en comparación con los que no sufren de esta patología. En el caso de las mujeres, las diabéticas poseen hasta un 240 por ciento más de riesgos que las sanas de fallecer por culpa del corazón. Esto se traduce en que el riesgo entre las mujeres es 50 por ciento mayor que el de los hombres.
La fuerza demoledora de la palabra cáncer o tumoraciones malignas y sus connotaciones semánticas de sufrimiento, dolor y muertes ha comenzado a dejarse atrás, pues como afirman muchos expertos oncólogos, en la actualidad el 70 por ciento de los cánceres pueden prevenirse y controlarse, en tanto durante los últimos años ha cambiado mucho el pronóstico de esta enfermedad, pues aunque a veces causa la muerte, con mucha frecuencia se logra el control de la dolencia. Todo depende del estadío en que sea detectada.
En el caso de la mujer argentina son los cánceres mamarios, el colónico, el de cuello uterino y el pulmonar los que comienzan a aumentar su incidencia.
Actualmente, queda mucho por descubrir sobre las causas del crecimiento fuera de control de las células, explicación por la que se originan los cánceres. Muchas investigaciones apuntan a factores cancerígenos ambientales, a factores nutricionales, hormonoterapia en mujeres de alto riesgo, entre otras, pero lo que todos los oncólogos clínicos coinciden en apuntar es la factibilidad de la prevención secundaria, es decir: el diagnóstico precoz y el tratamiento adecuado.

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